martes, 12 de julio de 2011

De abrigos rojos y otras fantasías

Cansancio y poco sueño en esta pseudo recta final. Alguien ha robado diez segundos a los minutos y el sentido de la ambición a mi eficacia. Como más cosas tengo que hacer, más disfruto mirando el naranjo de la casa dónde vivo ahora.
Qué haré para montármelo tan mal en todas partes y acumular tantas listas con puntos.

A un mes de decirle un "hasta luego" a Melbourne, he conseguido el abrigo rojo del dibujito. Cuando vuelva no me va a hacer falta porque aquí será, por fin, primavera. Pero en estos últimos días de invierno cabrón paseo con mi bici, mi perro y mi abrigo en el medio del parque Merry Creek con la satisfacción máxima de la vida paralela. Me veo desde fuera y en fin, me emociono: sacaría la cámara para grabar un videoclip de mi misma, un documental, un algo. Con ventiladores camuflados que me hicieran volar el pelo, y mi perro blanco galopando (sé que es un perro, pero me gusta imaginarlo así) a mi lado, casi volando.
En fin, volviendo al abrigo, el plus que no estaba en mi dibujito es que es de piel, y es espectacular. No es mío, pero me vale. Lo tengo de intercambio, como casi todo lo de aquí. Intercambio casa por cuidar de animales, intercambio vídeos por favores, intercambio clases por más favores y en fin. El swapeo, que lo llamamos.


En otro orden de cosas de estas inconexas, acabo de terminar un videecito, que no es lo máximo porque es una promo, y además de una escuela de inglés. Vamos, el antisueño del documentalista.
Pero...
Pero es mi primer curro pagado de vídeo en Melbourne. El resultado de ir por la calle como una loca desquiciada con la cámara como quién va al parque con perros o niños para ligar. El después de unos cuantos vídeos por la cara.
Por eso, porque a partir de aquí han salido otras cosas, y porque he tardado una eternidad en terminarlo, pues le tengo mucho cariño.
Y en cualquier caso, es un agujerito por el que mirar la ciudad porque, al final, la idea era esa. Youtube está lleno de vídeos de escuelas con estudiantes soporíferos que alaban las virtudes de la escuela en cuestión y que no se los cree ni su madre. Así que decidimos enseñar Melbourne, que es, al final, el mejor pretexto para aprender inglés o para lo que te de la gana. Porque Melbourne mola mil.